Costa Rica: Humedales en jaque: ganadería, agricultura y canales de drenaje acaban con los cuerpos de agua

2023-02-05 17:34:01 By : Ms. Sonia Fan

En el país centroamericano, los cultivos de arroz, caña de azúcar y palma de aceite invaden a los humedales hasta el punto de secarlos. Uno de cada cinco de estos ecosistemas tiene algún cultivo cerca, de acuerdo con el primer mapeo de vulnerabilidad de estos ecosistemas.

En el país centroamericano, los cultivos de arroz, caña de azúcar y palma de aceite invaden a los humedales hasta el punto de secarlos. Uno de cada cinco de estos ecosistemas tiene algún cultivo cerca, de acuerdo con el primer mapeo de vulnerabilidad de estos ecosistemas.

Alexandra Grueninger ha vivido toda su vida en el humedal Lagunas Lancaster, ubicado en la provincia de Limón, en Costa Rica. Desde 1996, y por iniciativa de su padre, sostiene una organización que busca la protección y reforestación del ecosistema. Una de sus primeras acciones fue comprar siete fincas que en suma tienen 190 hectáreas y gracias a su restauración, esa zona es hoy un lugar estratégico para los félidos que migran entre la Cordillera Central y la Cordillera de Talamanca; allí encuentran una zona protegida llena de biodiversidad.

Gracias a la protección que los Grueninger han dado al humedal Lagunas Lancaster han retornado anfibios, felinos y aves. “Somos una isla verde dentro de un montón de potreros. Nosotros tenemos conteos de más de 250 especies de aves viviendo en nuestro lugar”, cuenta Grueninger a Mongabay Latam.

No solo se ha recuperado fauna, también se han hecho labores de reemplazo de especies invasoras por flora nativa. “Es un proyecto de restauración para crear una zona de reserva. Estamos eliminando las plantaciones forestales para sembrar especies que son beneficiosas para la vida silvestre”.

Es una labor ardua pero no ha bastado para eliminar los riesgos para el ecosistema. Pese a los esfuerzos de los Grueninger, el humedal Lagunas Lancaster enfrenta algunas amenazas y por eso fue incluido en el primer Índice de vulnerabilidad de humedales de Costa Rica, publicado el 5 de octubre de 2022 en la revista científica Progress in Physical Geography.

En este país centroamericano, cerca del 7 % del territorio es humedal, un ecosistema que está en peligro. La ganadería, la agricultura extensiva y los canales de drenaje han puesto en riesgo a estos lugares que son áreas cubiertas por agua, ya sea de forma natural o de forma permanente, incluyendo las extensiones de agua marina cuya profundidad no superen los seis metros, según explica la bióloga y directora del departamento de Biología y Química de la Universidad del Norte de Colombia, Juanita Aldana.

Los humedales son muy importantes porque, argumenta la bióloga, son uno de los ecosistemas claves para el equilibrio biológico, como por ejemplo para la regulación del agua. “Cuando hay inundaciones o llueve muchísimo, los humedales absorben o retienen el agua que hay en exceso. Y cuando hay una temporada seca esa agua que está retenida en los humedales puede salir a los ríos o puede ser utilizada como reservorio”.

Aldana explica que estos ecosistemas —llamados espejos de agua además son útiles para las personas en tres momentos: como aprovisionamientos, al ser fuente de pesca, de agua y de plantas para el uso de las comunidades; como reguladores, ya que protegen las costas y absorben el dióxido de carbono; y como centros culturales y de reunión para las personas. En cuanto a la biodiversidad “los humedales albergan una gran cantidad de especies, de distintos tipos de organismos y son muy importantes para su conservación”.

Según el Costa Rican wetlands vulnerability index (Índice de vulnerabilidad de los humedales en Costa Rica), tres de cada cinco de estos lugares tienen algún tipo de infraestructura que los afecta directa o indirectamente y cerca de la misma cantidad tienen vacas a sus alrededores.

El país que, de acuerdo con datos de la presidencia, alberga el 6 % de la biodiversidad del mundo y es el hogar de más de 350 humedales. Solo hasta ahora, el Índice de vulnerabilidad hizo por primera vez un mapeo de vulnerabilidad de estos ecosistemas.

“Costa Rica solo tenía un inventario de humedales que hizo la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en 1998, pero era con tecnología de la época y muy puntual. Habían identificado como 300 humedales, pero no ahondaron en mucha información”, explica en entrevista Néstor Veas, geógrafo enfocado en recursos hídricos y uno de los autores del artículo que presenta este índice de vulnerabilidad. No fue hasta 2018 que el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), renovó el inventario.

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Manuel Guerrero, biólogo y especialista en monitoreo y servicios ecosistémicos de la Fundación Educativa y de Proyectos de la Costa (Fundecor), organización sin ánimo de lucro dedicada a la investigación e implementación de proyectos en estos ecosistemas, asegura que el no haber tenido un inventario de humedales se tradujo en un gran desconocimiento alrededor de ellos: “La falta de conocimiento y de caracterización de esos humedales ha hecho que mucha gente ni siquiera tenga claro qué es un humedal o qué tipo de humedales existen en Costa Rica”.

En muchos casos, los científicos recibieron la información de las mismas comunidades o las visitaron directamente. La de los Grueninger, por ejemplo, fue uno de los predios a los que viajaron.

Fue a partir de ese inventario actualizado que Veas, en conjunto con el profesor e investigador de la Universidad de Costa Rica, Adolfo Quesada, realizaron el Índice de vulnerabilidad que permite tener un diagnóstico actualizado del estado de los humedales en todo Costa Rica. Dentro de sus hallazgos está que los humedales en peores condiciones ecológicas se encuentran principalmente en la frontera norte del país, es decir, aquella que colinda con Nicaragua.

Esto, según Veas, se da porque es la zona en donde más se concentran los humedales. Además, es un área se presta para que grandes empresas utilicen las tierras para cultivar piña, naranja y palma, pues contratan personas inmigrantes y nacionales cuya mano de obra es más barata por la condiciones de pobreza.

Los expertos explican que los empresarios aprovechan los ciclos naturales de lluvia y sequía que ocurren cada año: durante la época seca meten ganado que se hidrata en los espejos de agua y cuando llega la época de lluvias, construyen canales de drenaje para evitar que el agua vuelva a tapar las tierras ya secas y listas para cultivar.

Para el caso del humedal Lagunas Lancaster, aunque estos se encuentran al oriente del país, Grueninger denuncia que varias de las fincas aledañas a la suya, que antes eran bosques primarios, fueron convertidas en grandes potreros para la ganadería. “Incluso los vecinos decían como: bueno, ya que tienen todos esos potreros (refiriéndose a donde actualmente está la zona de conservación) en lugar de sembrar árboles, métanles vacas y se ganan un dinerito”, cuenta Grueninger.

Para Veas, “en la zona de la frontera, por ejemplo, la ganadería se ha metido bastante en los humedales. Lo que hacen es que como hay tanto humedal, drenan y bajan un poco el nivel de agua para meter ganado. Ya que aunque sea suelo pantanoso y haya 10 centímetros de agua, el ganado funciona perfectamente. Eso se suma a que es una zona históricamente dejada de lado, con pobreza y la gente necesita cómo vivir”.

El Índice de vulnerabilidad se realizó por medio de fichas técnicas que se llenaban durante cada visita que hacían los científicos a los humedales o por medio de colaboradores que estaban cerca a ellos. Según cuenta Veas, en la primera capa de información se registraban datos relevantes, por ejemplo, si el humedal se encontraba en una área protegida. En la segunda, se determinaban las afectaciones a los humedales. El formulario permitía anotar si algún ecosistema estaba alterado, seco o si tenía infraestructura como canales de drenaje, incluso si alguna de estas situaciones se presentaba en los alrededores.

De acuerdo con esta investigación científica, los humedales mejor conservados son los que están en el interior de áreas protegidas. Sin embargo, en los bordes de protección hay una fuerte presión de actividades externas que deterioran su estado de conservación.

Según el Inventario de humedales publicado por el Sinac en el 2018, (en el que está basado el Índice de vulnerabilidad), el 49 % de estos ecosistemas se encuentran dentro de Áreas Silvestres Protegidas aunque para Guerrero, “hay una problemática con la implementación de las leyes existentes porque no hay una capacidad institucional que pueda hacerle frente a las zonas protegidas”.

Veas y Jorge Vásquez, director de la Fundecodes, una organización que, de la mano con instituciones estatales como el SINAC, trabaja en proyectos de restauración y desarrollo sostenible, se unen a la crítica del biólogo. Vásquez asegura que “para los trabajadores del SINAC es muy complicado realizar sus labores, porque son muchísimas las actividades que tienen que hacer y hay falta personal. Yo por ejemplo conozco personas que hacen nueve actividades diferentes y eso es muy complicado”.

La investigación detectó que la agricultura extensiva —principalmente de arroz, caña de azúcar y palma de aceite— está afectando los humedales en diferentes zonas de Costa Rica. Alrededor de uno de cada cinco humedales tiene agricultura en sus cercanías. En algunos casos, las afectaciones son por el drenado de agua para los cultivos y en otros porque se está cultivando en el interior de estos ecosistemas, principalmente en la llamada capa freática, que es la parte del humedal que está cerca del suelo y se seca durante ciertos periodos del año, lo que aumenta su fertilidad.

“Los campos de arroz han afectado a la ecología de los humedales en muchas regiones del mundo, debido al uso intensivo de plaguicidas y contaminantes. Esto también está presente en Costa Rica, por ejemplo, llegando al borde del Humedal Nacional Te’rraba-Sierpe. La producción agrícola ha transformado drásticamente la hidrología de los paisajes”, se afirma en el Índice de vulnerabilidad.

También hay una presencia creciente de cultivos de piña y naranja, especialmente en la zona norte del país. “Los humedales dentro de áreas protegidas son más grandes en promedio que los que están fuera y obviamente entre más pequeños sean los humedales más vulnerables son; la gente los ve como un estorbo para la agricultura”, afirma Veas.

Pese a todas las afectaciones que sufren actualmente los humedales y que fueron detectadas por Veas y su equipo, para la Contraloría General de la República, Costa Rica hace “escasos esfuerzos” por la protección de manglares, playas y esteros fuera de las áreas protegidas. El informe publicado el 24 de agosto del 2022 por la entidad también asegura que se desconoce el estado de los pantanos y que incluso las playas no han sido clasificadas como humedales, lo que dificulta implementar acciones para su protección.

Para los expertos, el primer paso para proteger a estos ecosistemas es redoblar los esfuerzos que vienen de instituciones como el SINAC. Además, el artículo científico pide que se invierta en mejoras estructurales, como puntos de agua para el ganado, vallas en los bordes de los humedales y lugares aptos para el turismo y el uso de estos ecosistemas.

Alexandra Grueninger y Jorgé Vásquez le apuntan a una solución enfocada en los esfuerzos comunitarios. Para ellos, es desde la concientización sobre la importancia de los humedales que se pueden iniciar acciones para su protección. “El reto más grande es inspirar a las comunidades y a las personas que trabajan con uno para que entiendan la importancia de los humedales. El reto es la concientización de qué estamos haciendo, por qué lo estamos haciendo, por qué hay que juntar la basura, por qué no vamos a destruir esto”, dice Grueninger.

Este texto fue originalmente publicado en Mongabay. Puedes consultarlo aquí

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